Siempre he pensado que soy una chica ejemplar. He hecho todo lo que se
esperaba que hiciera, en el orden y del modo en el que debía hacerlo y nunca he
decepcionado las expectativas que mis padres han puesto en mí.
Nací en Boston y crecí en el seno de una buena familia. No éramos muy
ricos, pero no vivíamos mal. Siempre me sorprendió lo mucho que mis padres
parecían quererse a pesar de los años que pasaban juntos, pero según fui creciendo
empecé a preguntarme si esa actitud no era más que una pose, una cara bonita
que enseñar al mundo. Ellos llevan juntos desde el instituto. No fue la típica
historia de jefa de animadoras y quarterback, pero se enamoraron y al salir se
casaron y me tuvieron a mí. No hubo grandes dramas en su amor, ni grandes
pasiones, ni...realmente nada más que una gran tranquilidad, al menos que ellos
me hayan contado.
Nunca llegué a conocer a mis abuelos. Ni por parte de padre ni de madre.
Ambos me dijeron que habían muerto, pero a veces me sorprendo pensando que me
mienten porque es poco probable que los padres de ambos murieran antes de que
ellos salieran del instituto y justo entonces decidieran tenerme a mí. A pesar
de todo, esos momentos en los que me planteo que mis padres me mienten son muy
escasos. Ellos no tienen porque mentirme y, además, cosas más raras se han
visto, ¿no?
No sé si debido a lo pronto que murieron mis abuelos, pero mis padres
decidieron abrazar, casi estrangular, la doctrina católica cristiana. Mucha
gente los consideraría radicales y otra mucha podría llegar a pensar que en
algún momento liderarían movimientos religiosos. Cuando era pequeña yo creía en
ellos y en Dios a pies juntillas y no se me ocurría negar nada de lo que mis
padres dijeran porque ellos solo defendían las palabras de Dios, y era así como
debían ser las cosas. Cuando crecí lo suficiente para formarme mi propia
opinión, descubrí que estaba más de acuerdo con los que consideraban a mis
progenitores radicales, que con los que no. Pero tras una única charla con
ellos, también me di cuenta de que lo más sensato era no compartir mi opinión
con ellos si quería mantenerlos como familia. Quizás suene algo terrible y
extremista, pero la realidad no siempre está sembrada de mesura.
Tengo 19 años y... podría decirse que acabo de entrar en la Universidad,
aunque ya llevo un año estudiando magisterio en ella. Sigo sintiéndome un poco
la chica nueva a pesar de todo y es algo que no parece pasarle al resto de mis
compañeros. Nunca he tenido problemas para hacer amigos y casi me atrevería a
decir que yo, y mi grupo de amigos, destacamos en nuestra clase. Pero a pesar
de todo...sigo sintiendo que me falta algo. Que debe haber algo más en el mundo
a parte de estudiar, obedecer y sonreír a los demás. ¿Estoy loca?
Pensándolo fríamente, tengo todo lo que puedo necesitar en la vida:
familia que me quiere, estabilidad, estudios, amigos… ¿Por qué buscar más?