martes, 14 de abril de 2020

I'm not the only one

Cuando te das cuenta de que eres diferente a los demás ya no hay vuelta atrás. Supongo que las historias y películas de superhéroes no hacen hincapié en ese punto. Cuando te aceptas tal cual eres, diferente, distinto, raro, es un punto de no retorno en tu vida. Tu primera muerte y segundo nacimiento. Y eso está bien. Pero muchos no lo van a entender igual que tú no lo hacías al principio. Sin embargo, ese reconocimiento no es el principio del fin...solo es una parte, ya que cuando encuentras a alguien tan diferente, tan distinto y tan raro como tú, una nueva vida comienza.

Ella no tenía todavia constancia de nada de eso, por supuesto. ¿Cómo iba a saberlo? Ni siquiera era consciente de lo que ella misma era. Sólo quería jugar y disfrutar del momento, como todos los niños de su edad. Su sonrisa siempre era radiante, sus ojos brillaban y disfrutaba cada una de las pequeñas cosas que la rodeaban. Lo que no sabía era que el resto de la gente no las percibía como ella pues, aunque sus ojos fuesen los más expresivos de toda la ciudad, no podían ver nada. La niña ciega de ojos verdes que dejaba a todos impresionados.

Su carencia nunca fue extraño para ella. Había nacido así y como todos los inocentes pensaba que esa era la normalidad pues era lo que conocía. La evolución en su sabiduría la había provisto de un oído y un olfato formidables y, al final, las imágenes que su cabeza creaba eran mucho más precisas que la propia realidad. Acompañaba esto de una memoría y una inteligencia que la hacían destacar todavía más dentro de lo que ella captaba como normalidad. Pero además de todo eso, tardó unos 12 años en darse cuenta de que podía escuchar lo que los demás no llegaban a decir.

Con la llegada de la madurez se dio cuenta de que todo lo que ella podía hacer no entraba dentro de la normalidad de los demás y todos los amigos que había tenido hasta ese momento, desaparecieron como polvo en el viento al descubrir ese secreto que ya hacía tiempo que todos sabían. Ella, por otro lado, aprendió a disimular y a tenerse miedo a sí misma.

Todos pasamos por épocas oscuras en nuestra vida y la suya comenzó intentando ser otra persona y terminó cuando ya no quedaba casi nada de la que había sido. A los 20 comenzó a notar que sus dones le daban una ventaja estratégica frente a los demás mientras que su incapacidad de ver solo era una molestia a la que ya se había acostumbrado hacía mucho. Así comenzó la época dorada que, como en todas las historías, no es especialmente relevante.

No pasó mucho antes de que los conociese. La vida había seguido...”como las cosas que no tienen mucho sentido” y allí estaban ellos, como una anomalía de la naturaleza. Cómo ella, pero diferentes.

Su relación era peculiar. Una pareja de amigos a la que rara vez se veía juntos pero cuya relación era conocida por todos y nadie la discutía. Uno nunca sabe que acontecimiento puede ser el comienzo de una gran amistad, pero tampoco tiene por qué saber como esa amistad va a necesitar ser alimentada. Sin embargo, ella no tenía ninguno de esos datos. Solo sabía que eran los únicos que la habían hecho pararse a escuchar.

Con el paso del tiempo había aprendido a distinguir cuando oía algo porque alguien lo decia o por sus dones. Y ellos nunca habrían la boca para comunicarse, pero no paraban de hablar.

La primera vez que los había escuchado fue su primer día en un nuevo trabajo. Se pasaba el día notando a los demás, pero ellos eran como un foco de luz en medio de la oscuridad. Ellos conversaban. Si ella hubiese podído verlos se habría dado cuenta de que solo necesitaban una mirada para comenzar a entenderse.

Aquel día uno de ellos estaba triste. O quizás cansado. En cualquier caso, lo único que hizo para demostrarlo fue respirar más profundamente de lo normal y la conversación comenzó. Uno le contó al otro los motivos de su cansancio y preocupación. El otro le respondió con sinceridad, con calma. No hablaban con frases pero la comunicación era tan fluida que resultaba super clara para ella. Las intenciones a través de las cuales se entendían eran como música para los sentidos de ella.

Pronto, no pudo resistirse y comenzó a rondarlos. Ellos no parecían notarlo, al principio, pero ella se embriagaba de todo eso que ellos desprendían y a través de lo que se comunicaban, fuese lo que fuese. Cuando finalmente se dieron cuenta de que estaba allí, ella ya estaba preparada para reaccionar. Se presentó como una más, hizo preguntas y contó chistes. Se aseguró de que la impresión que dejaba era la correcta. Desde ese momento fue más díficil volver a notarlos juntos pero seguía oyendo como se comunicaban así que comenzó a prácticar. Día tras día se esforzaba para conseguir emitir algo que ellos pudieran captar. Quería abandonar su estado de silencio hacia los demás, su hermetismo. Era cómo empujar una enorme piedra por un sendero regado de otras piedras más pequeñas pero problemáticas, cada vez se acercaba un poco más a su meta pero cuando parecía estar a punto de llegar, su objetivo se escapaba de entre sus dedos una vez más.

El tiempo siguió pasando implacable y pronto otras cosas fueron ocupando el lugar de esa maravillosa conversación interna para ella, pero siempre volvía a esa pareja de amigos cuando necesitaba que su cerebro volviese a creer que habia cosas buenas en el universo. De algún modo extraño, ellos eran un oasis de sensaciones en el desierto de ruido que era su cerebro. Y si al principio eran un foco de curiosidad, se convirtieron en una constante necesaria, como el café del desayuno.

Un día especialmente agotador, al borde del llanto, ni siquiera se notaba con fuerzas para ir visitar a la pareja de amigos. Podía oler la tormenta en el ambiente y la gente a su alrededor estaba histérica. El ruido habitual en su cerebro se convirtió en un zumbido agobiante que no la dejaba pensar con claridad. Tenía ganas de gritar. De correr. De romper algo delicado y precioso. Fue entonces cuando lo oyó. Una voz que le hablaba de esa manera especial en la que alguien te habla cuando te habla solo a ti. Por primera vez, alguien la había escuchado a ella.

- Todo va a ir bien- escuchó solo ella mientras dos manos se posaban en sus hombros y de algún modo supo que de todos los principios, quizás ese era el único que verdaderamente importaría.

martes, 27 de agosto de 2019

Mind blinded

Cálida y humeda luna
observas mi camino desde la distancia.
Haces oídos sordos a mis pasos,
los que nos llevarán a perder la esperanza.
Intentamos convertirnos en viento,
correr, hasta que las piernas nos ardieron,
pero nos atrapó el aburrimiento,
y en sus brazos nos mecimos, sin miedo.
Nos sumergió el diablo en un eterno sueño,
lleno de hastío y dolor apagado...
Mientras tanto, ilusas, creiamos no tener dueño.

Oh, Luna!
Qué ciegas estamos!

Qué eterna fantasía la libertad,
tan dulce, tan efímera, tan cercana...
Casi pude creerme que todo era verdad.
Hasta que empezaron a correr las lágrimas.
Hasta que me ahogaron mis propios gritos...
Y ahora que estamos lejos de nuestra querida llanura,
solo sentimos el lejano cantar de los grillos.
Todos aquellos placeres que vivimos,
en nuestras bocas se convirtieron en polvo
y se los llevo ese viento
en el que tanto quisimos convertirnos.

Oh, Luna!
Qué ciegas estamos!

miércoles, 24 de julio de 2019

Aren't you tired tryin' to fill that void?



Me tatué tu ira en la espalda
y con el reclamo de tu sangre cubrí cada esquina de mi piel
Creando un laberinto sin salida ni minotauro.
Soledad y vacío,
llenando de silencio todos mis gritos,
ahogando todos nuestros llantos,
cubiertos por la espesa y negra sustancia con la que cubriste todos mis deseos.
Y gritar no sirve.
Y suplicar no importa.
Pues la verdad ya no duele
y la mentira ya hace tiempo que no corta.
Somos la sombra de la noche,
invisibles al dolor
e invencibles ante el derroche.
Qué quedó de aquellas almas,
tan libres, valientes e impías,
que desaparecieron con el alba?



We're far from the shallow now...

jueves, 13 de diciembre de 2018

The quiet bored life

Sonreía. La gente la miraba. Todos espectantes buscando la reacción adecuada que satisfaciese sus deseos. Habían hecho algo bonito y merecían su recompensa. Aquella sonrisa lo era. La habia perfeccionado tanto que hasta parecía sincera. Había practicado aquella expresión en el espejo hasta engañarse a sí misma. Si podía percibir un brillo de felicidad en sus propios ojos los demás también lo verían. Aunque, al final, parecía que todos aquellos espectadores se habrían conformado con una expresión mucho menos trabajada.

Era el día de su cumpleaños y eso suponía que tenía que ser el día más feliz del año para ella. Esperaban que estuviera exultante. Aquel año había sido fabuloso. Tenía trabajo, dinero, una familia que la apoyaba, un buen grupo de amigos que se alegraban por ella, tenía tiempo libre para compartirlo con todos ellos.... Lo tenía todo... y ese todo escondía una montaña de frustración y tristeza de la que no conseguía escapar.

Había saludado a todo el mundo. Dado las gracias. Aquella era una fiesta para ella. Sus padres se habían empeñado en hacerle una fiesta. "Te lo mereces!" dijeron. "Yo no me merezco nada..." pensó ella. Pero sonrió y dio las gracias una vez más. El día llegó y era todo tan vacuo. No entendía como podían disfrutarlo. Globos por todas partes. Gente por todas partes. Ruido. Ruido. Ruido. Como un torbellino en el que había que ir de un lado para el otro sonriendo sin cesar. Lo veía como una de esas escenas de película en las que el protagonista va colocado y todo está difuminado y pasa muy rápido de modo que no puedes ver más que borrones que se mueven a su alrededor. Ella era la protagonista de aquella fiesta y mientras sonreía una y otra vez, los demás solo eran borrones. Y el agobio crecía muy rápido si se paraba a pensar en lo egoista que era por despreciar todo aquello. Lo tenía todo en la vida y de todo ello quería huir...Ya empezaba a hiperventilar. Mejor no pensar.

Acentuó su sonrisa. Saludó a esos amigos de toda la vida que no la escucharon cuando intentó explicarles que no estaba bien. Les palpó el hombro y besó sus mejillas agradeciendo que estuvieran allí y sus regalos totalmente acertados y completamente innecesarios. Preguntó por sus vidas, por sus familias, por sus trabajos y sus plantas. "Fascinante..." pensó con tedio "tiene un lunar nuevo en la nariz...o será una mancha?" Su aportación a la conversación era fluida pero su cabeza estaba en otra parte. A estos amigos los sucedieron otros y el ritual comenzó de nuevo. Y luego otros. Y luego familiares. Y al recibir al cuarto grupo de gente le sobrevino el agobio de nuevo. Todas aquellas personas la conocían bien. Cómo era posible que nadie fuera capaz de ver lo desgraciada que se sentía? Cómo nadie era capaz de oir aquellos gritos atroces que ella oía sin cesar en su cabeza? En momentos como aquel era como si su corazón fuese a mil por hora pero el resto de su cuerpo estuviese frenado para ir a cámara lenta...Ya estaba agotada de nuevo.

Aguantó el tipo toda la fiesta. Sonrió todas las veces, agradeció todas las cosas y cuando la última persona, su madre, se hubo ido, cerró la puerta y se dejó llevar por el poder de la gravedad hasta quedar sentada en el suelo. Al fin estaba sola. Al fin había silencio.

Respiró profundamente oyendo solo los latidos de su corazón. Finalmente se desnudó completamente y puso música. Se tiró en la cama y se metió entre las sábanas mientras la música inundaba todo su apartamento. Era música instrumental de esa que inspira a hacer cosas bonitas. A ella la calmaba. Le gustaba sentir el tacto de las sábanas frias en su cuerpo desnudo mientras la música sonaba. Era el momento de placer inocente que se permitía. Cerró los ojos y se tumbó boca arriba mientras las notas graves de la pieza musical lo llenaban todo. Toda la decoración de la fiesta habia quedado en el lugar exacto en el que los invitados lo habían dejado. Todo había quedado sin recoger y desperdigado por todas partes. La imagen de su apartamento vacio y desordenado se había estancado en su cabeza y lo podía ver todo perfectamente a pesar de tener los ojos cerrados. La música la iba guiando por el escenario aunque en realidad no se moviese...

Estiró los brazos y con un suspiro notó el frio de las partes de la cama que aun estaban sin tocar. Le gustaba ese frio, la hacia sentir viva. Sabía que era una egoista. Sabía que debía sentirse feliz con todo lo que tenía. Había cumplido paso a paso el planning vital de un adulto. Solo le faltaba ser madre y casarse pero no hacer eso era más aceptable que sentirse desgraciada teniéndolo todo. No quería ser madre. Aun no. No quería casarse tampoco. No todavía. Quería sentir. Sentir algo que no fuese...tedio y cansancio.

Recogió sus brazos y se tocó el cuello y detrás de las orejas. Bajó las manos por su pecho, notando la curvatura y el peso de sus senos. Le gustaban. Eran suaves y agradables. Le gustaba notar su peso aunque tenerlos fuese algo de lo más normal para ella. Simplemente, a veces, le gustaba tocarlos y sentir que estaban ahi, notar su peso. Siguiendo su propio tacto, se hizo un mapa mental de la parte superior de su cuerpo. Recorrió con sus dedos sus pezones que lentamente se pusieron duros. Le salían unos pequeños bultitos cuando eso pasaba, pero le gustaban. Le daban sensación de vida. Cuando se cansó, sus manos siguieron su recorrido. No se dejó ninguna esquina de su cintura sin tocar mientras en su mente se formaba una imagen perfecta de la estructura de su propio cuerpo. Bajó un poco más, recorriendo las caderas por fuera, y los muslos, hasta donde le daban las manos y hasta que sus propios músculos la llevaron a cambiar de dirección. Entonces recorrió la parte interna de sus piernas. Notó esa vieja cicatriz de guerra que tenía desde los dos años. Entonces se había peleado con un enorme tronco y por desgracia el tronco ganó, dejándole a ella una enorme cicatriz que despues de casi 30 años todavía no había curado del todo. Al tocarla sonrió. Había pasado mucho tiempo pero recordaba aquel dolor que ardía. De algún modo, estaba orgullosa de aquella cicatriz.

Sus manos ahora subían por el interior de sus muslos tras recrearse en su cicatriz y al encontrarse con su sexo la sensación de humedad la sorprendió. Como podía sentirse triste y aburrida y excitada a la vez? Esos pequeños detalles de su cuerpo la desconcertaban. Pero la hacían sentir y eso significaba que no estaba vacia. Recorrió con una lentitud asombrosa cada pliegue de su propio centro. Lo tocó suavemente, con calma, como le habría gustado que sus amantes la tocasen. Demostró la paciencia de una persona enamorada aunque tenía la convicción de que nadie se había sentido por ella como se sentían en ese momento sus propias manos. Dejó la mente en blanco, quedándose solo con la imagen de su propio cuerpo ligeramente mecido por la música que aun sonaba, mientras sus manos la recorrían con un amor y una experiencia que no había encontrado en otros.

Tras un par de lentos recorridos por sí misma, encontró el punto exacto en el que pararse. Y ahí se recreó aun más. Con movimientos lentos y circulares fue provocando que su respiración se agitase, que su pecho subiese y bajase y tuviese la certeza de que su pezones se habían puesto más duros todavía. Su mano izquierda tuvo la urgencia de comprobarlo mientras la derecha seguía con su circular labor, cada vez más rápido, cada vez apretando ligeramente más. Soltó en un suspiro todo el aire que había en sus pulmones y los volvió a llenar mientras su espalda se arqueaba. La música ambiente había comenzado a marcarle el ritmo del movimiento y era perfecto pues en su mente ya no quedaba nada. Solo aquella pulsante música y una naciente corriente eléctrica que hacia que todo su cuerpo se tensara. Y que se tensara cada vez más y más hasta que pareciese que se le iba a romper la columna. Sin embargo, su manos ya no podían parar. Ya no había vuelta atrás.

No habían pasado ni 20 segundos cuando incontrolablemente empezó a gemir. Y a gritar. Y a dejar salir todo aquello que la frustraba y la entristecia y la tenía encerrada en su propio cuerpo. Gimió y gritó hasta quedarse de nuevo sin aire. Hasta notar la vida escaparse entre sus labios. Hasta que el negro vacio que inundaba su cerebro se convirtió en luz y dejó de escuchar la música para solo escucharse a sí misma. En su cuerpo mental, podía ver como su espíritu se había separado de su cuerpo por un momento, siendo finalmente libre, aunque solo fuese por unos segundos...La había alcanzado un rayo que ella misma había provocado y cuando tristemente todo acabo unos segundos después, su agotamiento y aburrimiento habían desaparecido. Cayó en la cama como si hubiese estado flotando sobre ella y se sumergió inconscientemente en el colchón. Una calma silenciosa se apoderó, de una vez por todas, de su cerebro. Había sido como un viaje por el cosmos que solo le había costado una mano mojada.

Había corrido una maratón. Había ganado una pelea. Se había enfrentado al más feo y fiero monstruo del universo y había ganado. Y finalmente, había vuelto a caer, desnuda sobre su cama, sumergida en una calma mental que ironicamente tenía su corazón desbocado.

Cuando su corazón se calmó, no abrió los ojos. No estaba preparada para enfrentarse a la realidad todavía. Prefería aquella desnudez egoista, aquella tranquilidad momentánea que lo que le esperaba al abrir los ojos. Así que no los abrió, no se sentía lista para ello. Se acurrucó sin importarle si fuera de aquella sensación el mundo se estaba acabando y cayó en los brazos de Morpheo, que la arropó con más amor aun del que ella había descubierto en sí misma.

Horas más tarde, la luz del sol la despertaría, regresándola de un tortazo a su apartamento sucio y a los vestigios de una fiesta que nunca había querido. Pero ella no lo sabía y durmió tranquila como si lo fuese a hacer para siempre.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Necesidad hilvanada

No pude dejar de pensar en ella desde que la vi. Simplemente, íbamos caminando por la calle, nos cruzamos y mi vista se fue directamente hacia ella, como si un radar interno me estuviera indicando que ella tenía todo lo que yo necesitaba en ese momento.  El día era lluvioso y, por desgracia para mí, la había visto justo antes de empezar la jornada. Había sido mi castigo de buena mañana y lo que me estaba dando más ganas de las habituales de que se acabase el día.

Llegué a la oficina con la impresión de que la gente era menos interesante y más gris de lo habitual. La imagen de la chica con la que me había cruzado minutos antes de entrar por la puerta del edificio era lo único que le estaba dando color a aquel día, pero las ganas que había despertado en mi tendrían que esperar hasta que pudiera salir de allí. Lo que temía era que cuanto más esperara más ganas iba a tener y me podía meter en líos si la cosa se descontrolaba.

Las horas no pasaban todo lo rápido que deberían para mi gusto. Estaba siendo uno de los días más largos de mi vida, ni siquiera la lluvia parecía a ir a su velocidad normal. El mundo se había ralentizado porque sabía perfectamente las ganas que tenía yo de irme de allí, aunque ya solo fuera para dejar de pensar en aquella chica.

El reloj de pared de mi cubículo dio las cinco y quise salir disparada de allí. La gente intentaba hablarme en mi camino a la salida, pero mi necesidad de conseguir lo que quería había llegado a un punto tan alto que ofender a la gente que veía todos los días pasó a ser algo extremadamente secundario para mí. Recorrí las calles que llevaban a mi casa mientras notaba como las manos me temblaban de pura ansia. Ni siquiera había visto la cara de aquella chica en la que no podía dejar de pensar, solo había notado ese enorme hilo negro que salía puntiagudo de su abrigo y que me había brindado uno de los días más frustrantes de mi vida.

Llegué a mi casa y lo primero que hice fue ir al tercer cajón de mi mesilla de noche. Allí estaba, esperándome. Un jersey de punto medio deshecho. Lo cogí con algo que muchos habrían clasificado como amor y me senté en la cama. Inconscientemente, mi mano tiró del hilo más grande que sobre salía y por primera vez en el día, me sentí completa mientras los puntos se deshacían uno a uno, lentamente, entre mis manos.

viernes, 20 de marzo de 2015

Carry on

Y una vez más el cerebro empieza a apretar
hasta que las lágrimas brotan desde lo más profundo
agotadas por su encierro y dolorosas en sus surcos de sangre
Mientras la tinta baña la piel y empaña la mirada,
el semblante cambia del de una princesa al de una anciana desterrada.
El tiempo corta la juventud y la alegría.
Lo que antaño fue miel ahora es brea
y la soledad se construye a si misma con sus errores por cimientos.
Son sus secretos los que hacen irrompibles sus muros,
mientras que la entereza desaparece y los huesos fallan...

Cayendo y cayendo, el agua la abraza,
como una madre protectora llena de amor,
como ese cariño que no llegó nunca,
como esa caricia ausente...


Though my eyes could see I still was a blind man
Though my mind could think I still was a mad man

martes, 24 de febrero de 2015

La lista de los 100 pequeños placeres :)

1. Quitarse los tacones
2. La sensación de que la piel te respira después de desmaquillarte
3. Lavarse la cara con mucha agua
4. Quitarse el sujetador
5. Ir en ropa interior y descalzo por casa
6. Estar todo el día en pijama
7. Echarse crema hidratante
8. Pintarse las uñas
9. Comer helado
10. Tirarse un pedo y que nadie se entere
11. Quitarse los calcetines cuando has estado mucho rato con ellos puestos
12. Cortarse las uñas
13. Dormir la siesta
14. Dormir la siesta viendo tu peli favorita
15. Quedarse hablando por las noches hasta dormirse
16. Cotillear
17. El primer día después de la regla
18. El primer día de las vacaciones
19. El primer día de playa
20. Rascarse cuando algo te pica
21. Sofá + peli+ mantita+ chocolate+ compañía chachi
22. Llegar a casa cuando llueve
23. Escuchar la canción que describe exactamente como te sientes
24. No hacer absolutamente nada en todo el día
25. Quitarse un vestido apretado
26. Sentir el calor de la cama cuando te acuestas
27. Ir a mucha velocidad
28. Contar los días que quedan para las vacaciones
29. Pasarlo bien con los amigos
30. Quitarse el bañador mojado cuando vienes de la playa
31. Dormir y no soñar
32. Darse el primer chapuzón del año
33. La primera noche del verano
34. El olor a verano
35. El olor a otoño
36. El olor a lluvia
37. Salir en invierno lo bastante abrigado para estar cómodo y calentito
38. El primer helado del verano
39. El momento justo antes de un beso
40. Un beso
41. Un orgasmo
42. Estrenar algo nuevo
43. Hundirte en la almohada cuando te acuestas
44. Acurrucarse en el sofá
45. Chocolate con churros en invierno
46. Ver nevar
47. Jugar con la nieve
48. Parar de escribir cuando te duele la mano
49. Bostezar
50. Llorar cuando es necesario
51. Escuchar el corazón de otra persona
52. Contarle los problemas a tu mascota
53. Darle una colleja a alguien cuando se lo merece o mandarlo a la mierda
54. Qué el viento te dé de frente en la cara
55. Bailar bajo la lluvia
56. Ver el capítulo de tu serie favorita después de una semana esperando y que no te decepcione
57. Estirarte cuando te duele la espalda
58. Limpiarse la mano al pantalón cuando está sucia
59. El calor del secador en invierno
60. El fresquito del ventilador en verano
61. Picotear entre horas
62. El olor de una panadería, sobre todo a primera hora
63. Mirar las estrellas
64. Estallar las burbujas del plástico protector de los embalajes
65. Que te salga un globo de chicle
66. Cantar cuando estas solo
67. Palomitas recién hechas
68. Ducharse con agua caliente cuando estás muy sucio o en días de mucho frio
69. Ver llover
70. Conseguir cumplir tus objetivos diarios
71. Acabar una libreta
72. Un abrazo de alguien especial
73. No tener cosas pendientes
74. Mirar fotos viejas
75. Encontrar dinero en la ropa que no sabías que tenías
76. Despertarte y darte cuenta de que aun te quedan horas para seguir durmiendo
77. Oler algo que te recuerda a alguien o algo concretos
78. Ver a alguien después de no haberlo visto en mucho tiempo
79. Escuchar o ver algo que te hace sonreír sin saber por qué
80. Ir al cine y tener toda la sala para ti
81. Dibujar en lo que tengas a mano, no tiene porque ser papel
82. Comer algo tras una noche de fiesta
83. Saberte a la perfección la letra de una canción o el diálogo de una película o serie
84. Que algo terriblemente cuqui aparezca del modo más inesperado
85. Imaginar que hay dentro de un regalo antes de abrirlo
86. Un colacao calentito
87. Escuchar la lluvia golpear las ventanas y el techo en un día frio mientras estás en la cama tapado y calentito
88. Cuando no encuentras la palabra que buscas y alguien te la dice a la primera
89. Meter la mano en un bote de lentejas
90. Que te rasquen en el punto exacto donde te pica cuando tu no llegas
91. Empezar un libro nuevo
92. Ganar un sorteo
93. Quitar el pegamento de pegar las pajitas en los minibriks de zumo
94. Cuando un abre fácil es un abre fácil
95. Tocarle la cabeza a alguien justo después de que se haya rapado
96. Chupar la tapa del yogurt
97. Quitar las etiquetas de las botellas
98. Romper los manteles de papel
99. Agujerear los plásticos que envuelven las cosas del super con el dedo
100. Romper porexpan