miércoles, 26 de marzo de 2014

Circe Tattaglia: Another one bites the dust, Orígenes.

Cuentan las historias que una dama blanca habitaba en los bosques de la más oscura Grecia. Decían de ella que era un ángel y venía a salvarlos a todos de la oscuridad y la tristeza, que venía a abrir el bosque al medio para que los niños, por fin, pudiesen ver el mar. Esa etérea mujer sólo aparecía en los momentos más confusos para rescatar a los habitantes del terror de sus tormentas. Perséfone, decían que se llamaba. Y era hermosa como la noche y clara como el día. Era un ángel de cabellos de fuego que nadie creía merecer y que se paseaba por aquel pequeño y oscuro pueblo sintiéndose protegida. Ella mecía, en sueños, a los niños para que nada los hiriera en sus momentos más débiles...Perséfone era la luz que hacía tanto tiempo había abandonado el bosque y que había vuelto para redimirlo.

Tras años con ella, aquel cercado y oscuro pueblo se había convertido en el paraíso en la tierra. Los campos eran fértiles y los ríos caudalosos. La gente era feliz como sólo puede serlo en las historias. Pero un día, estalló una terrible tormenta que recordó al pueblo como eran los malos viejos tiempos. Las épocas de guerra, truenos y sangre, cuando todo lo que nacía estaba maldito y sucio. Como era todo antes de que ella los salvara... Pero la tormenta pasó y con ella se fue también el terror que infundía. Desapareció tan rápido como había llegado y el pueblo respiró de nuevo tranquilo, pero su musa había desaparecido. Y entonces la luz del sol ya no era tan intensa y la Luna se llevó la seguridad de la noche que volvía a ser turbia y tenebrosa. El miedo los infectó a todos de nuevo haciendo que las viejas disputas ocuparan el lugar de los nuevos tratados, y los niños llorasen y las madres gritasen y los padres se golpeasen los unos a los otros de pura rabia. Y, entre tanto, siempre había alguien sumido en la desesperación buscando al ángel que la tormenta les había robado, pero no la encontrarían hasta que ella pudiera regresar de entre sus propias tinieblas.


El bosque que había cercado, durante tanto tiempo ya, la tranquila vida del pueblo había sido también el filtro de toda la maldad que habitaba fuera de él, pero la tormenta había abierto un boquete entre las ramas y la oscuridad lo había vuelto a poseer. Y con los rayos y la lluvia, los ríos arrastraron la maldad de un nuevo hombre que amparado por la sombra y obsesionado con la belleza de un ángel en medio de la tormenta, atrapó a Perséfone para hacerla suya. Quizás no entendía que forzándola, la rompería... La mezquindad del hombre se abrió paso a través de lo que ya todos consideraban divino. Y tras subyugarla en el no consentido lecho, la abandonó entre lágrimas, rota y despojada de sus dones que se habían visto inundados por la tristeza y la vergüenza.


Pero el tiempo pasó,
y una y otra vez, la noche sucedió al día
sin más luz o gloria que su compañera,
mientras el desagravio crecía.
Arrancadas sus alas,
tiño de negro la luna
y así vería en ella su alma reflejada,
mientras mecía la vacía cuna.
Pero la mecía y la mecía,
con desesperación y lágrimas,
arropada con sangre y melancolía
al son de un tiempo que no paraba.
Y así nací yo,
entre vísceras, vergüenza y odio,
terminando con su sufrimiento
y comenzando un nuevo y terrible episodio.
No obstante, del pasado, aunque ajeno, se aprende,
y aunque la noche no dejaría de ser oscura,
lo que no te mata, te hace más fuerte.  


"Is this the real life?
Is this just a fantasy?"