Sonreía. La gente la miraba. Todos espectantes buscando la reacción adecuada que satisfaciese sus deseos. Habían hecho algo bonito y merecían su recompensa. Aquella sonrisa lo era. La habia perfeccionado tanto que hasta parecía sincera. Había practicado aquella expresión en el espejo hasta engañarse a sí misma. Si podía percibir un brillo de felicidad en sus propios ojos los demás también lo verían. Aunque, al final, parecía que todos aquellos espectadores se habrían conformado con una expresión mucho menos trabajada.
Era el día de su cumpleaños y eso suponía que tenía que ser el día más feliz del año para ella. Esperaban que estuviera exultante. Aquel año había sido fabuloso. Tenía trabajo, dinero, una familia que la apoyaba, un buen grupo de amigos que se alegraban por ella, tenía tiempo libre para compartirlo con todos ellos.... Lo tenía todo... y ese todo escondía una montaña de frustración y tristeza de la que no conseguía escapar.
Había saludado a todo el mundo. Dado las gracias. Aquella era una fiesta para ella. Sus padres se habían empeñado en hacerle una fiesta. "Te lo mereces!" dijeron. "Yo no me merezco nada..." pensó ella. Pero sonrió y dio las gracias una vez más. El día llegó y era todo tan vacuo. No entendía como podían disfrutarlo. Globos por todas partes. Gente por todas partes. Ruido. Ruido. Ruido. Como un torbellino en el que había que ir de un lado para el otro sonriendo sin cesar. Lo veía como una de esas escenas de película en las que el protagonista va colocado y todo está difuminado y pasa muy rápido de modo que no puedes ver más que borrones que se mueven a su alrededor. Ella era la protagonista de aquella fiesta y mientras sonreía una y otra vez, los demás solo eran borrones. Y el agobio crecía muy rápido si se paraba a pensar en lo egoista que era por despreciar todo aquello. Lo tenía todo en la vida y de todo ello quería huir...Ya empezaba a hiperventilar. Mejor no pensar.
Acentuó su sonrisa. Saludó a esos amigos de toda la vida que no la escucharon cuando intentó explicarles que no estaba bien. Les palpó el hombro y besó sus mejillas agradeciendo que estuvieran allí y sus regalos totalmente acertados y completamente innecesarios. Preguntó por sus vidas, por sus familias, por sus trabajos y sus plantas. "Fascinante..." pensó con tedio "tiene un lunar nuevo en la nariz...o será una mancha?" Su aportación a la conversación era fluida pero su cabeza estaba en otra parte. A estos amigos los sucedieron otros y el ritual comenzó de nuevo. Y luego otros. Y luego familiares. Y al recibir al cuarto grupo de gente le sobrevino el agobio de nuevo. Todas aquellas personas la conocían bien. Cómo era posible que nadie fuera capaz de ver lo desgraciada que se sentía? Cómo nadie era capaz de oir aquellos gritos atroces que ella oía sin cesar en su cabeza? En momentos como aquel era como si su corazón fuese a mil por hora pero el resto de su cuerpo estuviese frenado para ir a cámara lenta...Ya estaba agotada de nuevo.
Aguantó el tipo toda la fiesta. Sonrió todas las veces, agradeció todas las cosas y cuando la última persona, su madre, se hubo ido, cerró la puerta y se dejó llevar por el poder de la gravedad hasta quedar sentada en el suelo. Al fin estaba sola. Al fin había silencio.
Respiró profundamente oyendo solo los latidos de su corazón. Finalmente se desnudó completamente y puso música. Se tiró en la cama y se metió entre las sábanas mientras la música inundaba todo su apartamento. Era música instrumental de esa que inspira a hacer cosas bonitas. A ella la calmaba. Le gustaba sentir el tacto de las sábanas frias en su cuerpo desnudo mientras la música sonaba. Era el momento de placer inocente que se permitía. Cerró los ojos y se tumbó boca arriba mientras las notas graves de la pieza musical lo llenaban todo. Toda la decoración de la fiesta habia quedado en el lugar exacto en el que los invitados lo habían dejado. Todo había quedado sin recoger y desperdigado por todas partes. La imagen de su apartamento vacio y desordenado se había estancado en su cabeza y lo podía ver todo perfectamente a pesar de tener los ojos cerrados. La música la iba guiando por el escenario aunque en realidad no se moviese...
Estiró los brazos y con un suspiro notó el frio de las partes de la cama que aun estaban sin tocar. Le gustaba ese frio, la hacia sentir viva. Sabía que era una egoista. Sabía que debía sentirse feliz con todo lo que tenía. Había cumplido paso a paso el planning vital de un adulto. Solo le faltaba ser madre y casarse pero no hacer eso era más aceptable que sentirse desgraciada teniéndolo todo. No quería ser madre. Aun no. No quería casarse tampoco. No todavía. Quería sentir. Sentir algo que no fuese...tedio y cansancio.
Recogió sus brazos y se tocó el cuello y detrás de las orejas. Bajó las manos por su pecho, notando la curvatura y el peso de sus senos. Le gustaban. Eran suaves y agradables. Le gustaba notar su peso aunque tenerlos fuese algo de lo más normal para ella. Simplemente, a veces, le gustaba tocarlos y sentir que estaban ahi, notar su peso. Siguiendo su propio tacto, se hizo un mapa mental de la parte superior de su cuerpo. Recorrió con sus dedos sus pezones que lentamente se pusieron duros. Le salían unos pequeños bultitos cuando eso pasaba, pero le gustaban. Le daban sensación de vida. Cuando se cansó, sus manos siguieron su recorrido. No se dejó ninguna esquina de su cintura sin tocar mientras en su mente se formaba una imagen perfecta de la estructura de su propio cuerpo. Bajó un poco más, recorriendo las caderas por fuera, y los muslos, hasta donde le daban las manos y hasta que sus propios músculos la llevaron a cambiar de dirección. Entonces recorrió la parte interna de sus piernas. Notó esa vieja cicatriz de guerra que tenía desde los dos años. Entonces se había peleado con un enorme tronco y por desgracia el tronco ganó, dejándole a ella una enorme cicatriz que despues de casi 30 años todavía no había curado del todo. Al tocarla sonrió. Había pasado mucho tiempo pero recordaba aquel dolor que ardía. De algún modo, estaba orgullosa de aquella cicatriz.
Sus manos ahora subían por el interior de sus muslos tras recrearse en su cicatriz y al encontrarse con su sexo la sensación de humedad la sorprendió. Como podía sentirse triste y aburrida y excitada a la vez? Esos pequeños detalles de su cuerpo la desconcertaban. Pero la hacían sentir y eso significaba que no estaba vacia. Recorrió con una lentitud asombrosa cada pliegue de su propio centro. Lo tocó suavemente, con calma, como le habría gustado que sus amantes la tocasen. Demostró la paciencia de una persona enamorada aunque tenía la convicción de que nadie se había sentido por ella como se sentían en ese momento sus propias manos. Dejó la mente en blanco, quedándose solo con la imagen de su propio cuerpo ligeramente mecido por la música que aun sonaba, mientras sus manos la recorrían con un amor y una experiencia que no había encontrado en otros.
Tras un par de lentos recorridos por sí misma, encontró el punto exacto en el que pararse. Y ahí se recreó aun más. Con movimientos lentos y circulares fue provocando que su respiración se agitase, que su pecho subiese y bajase y tuviese la certeza de que su pezones se habían puesto más duros todavía. Su mano izquierda tuvo la urgencia de comprobarlo mientras la derecha seguía con su circular labor, cada vez más rápido, cada vez apretando ligeramente más. Soltó en un suspiro todo el aire que había en sus pulmones y los volvió a llenar mientras su espalda se arqueaba. La música ambiente había comenzado a marcarle el ritmo del movimiento y era perfecto pues en su mente ya no quedaba nada. Solo aquella pulsante música y una naciente corriente eléctrica que hacia que todo su cuerpo se tensara. Y que se tensara cada vez más y más hasta que pareciese que se le iba a romper la columna. Sin embargo, su manos ya no podían parar. Ya no había vuelta atrás.
No habían pasado ni 20 segundos cuando incontrolablemente empezó a gemir. Y a gritar. Y a dejar salir todo aquello que la frustraba y la entristecia y la tenía encerrada en su propio cuerpo. Gimió y gritó hasta quedarse de nuevo sin aire. Hasta notar la vida escaparse entre sus labios. Hasta que el negro vacio que inundaba su cerebro se convirtió en luz y dejó de escuchar la música para solo escucharse a sí misma. En su cuerpo mental, podía ver como su espíritu se había separado de su cuerpo por un momento, siendo finalmente libre, aunque solo fuese por unos segundos...La había alcanzado un rayo que ella misma había provocado y cuando tristemente todo acabo unos segundos después, su agotamiento y aburrimiento habían desaparecido. Cayó en la cama como si hubiese estado flotando sobre ella y se sumergió inconscientemente en el colchón. Una calma silenciosa se apoderó, de una vez por todas, de su cerebro. Había sido como un viaje por el cosmos que solo le había costado una mano mojada.
Había corrido una maratón. Había ganado una pelea. Se había enfrentado al más feo y fiero monstruo del universo y había ganado. Y finalmente, había vuelto a caer, desnuda sobre su cama, sumergida en una calma mental que ironicamente tenía su corazón desbocado.
Cuando su corazón se calmó, no abrió los ojos. No estaba preparada para enfrentarse a la realidad todavía. Prefería aquella desnudez egoista, aquella tranquilidad momentánea que lo que le esperaba al abrir los ojos. Así que no los abrió, no se sentía lista para ello. Se acurrucó sin importarle si fuera de aquella sensación el mundo se estaba acabando y cayó en los brazos de Morpheo, que la arropó con más amor aun del que ella había descubierto en sí misma.
Horas más tarde, la luz del sol la despertaría, regresándola de un tortazo a su apartamento sucio y a los vestigios de una fiesta que nunca había querido. Pero ella no lo sabía y durmió tranquila como si lo fuese a hacer para siempre.
Era el día de su cumpleaños y eso suponía que tenía que ser el día más feliz del año para ella. Esperaban que estuviera exultante. Aquel año había sido fabuloso. Tenía trabajo, dinero, una familia que la apoyaba, un buen grupo de amigos que se alegraban por ella, tenía tiempo libre para compartirlo con todos ellos.... Lo tenía todo... y ese todo escondía una montaña de frustración y tristeza de la que no conseguía escapar.
Había saludado a todo el mundo. Dado las gracias. Aquella era una fiesta para ella. Sus padres se habían empeñado en hacerle una fiesta. "Te lo mereces!" dijeron. "Yo no me merezco nada..." pensó ella. Pero sonrió y dio las gracias una vez más. El día llegó y era todo tan vacuo. No entendía como podían disfrutarlo. Globos por todas partes. Gente por todas partes. Ruido. Ruido. Ruido. Como un torbellino en el que había que ir de un lado para el otro sonriendo sin cesar. Lo veía como una de esas escenas de película en las que el protagonista va colocado y todo está difuminado y pasa muy rápido de modo que no puedes ver más que borrones que se mueven a su alrededor. Ella era la protagonista de aquella fiesta y mientras sonreía una y otra vez, los demás solo eran borrones. Y el agobio crecía muy rápido si se paraba a pensar en lo egoista que era por despreciar todo aquello. Lo tenía todo en la vida y de todo ello quería huir...Ya empezaba a hiperventilar. Mejor no pensar.
Acentuó su sonrisa. Saludó a esos amigos de toda la vida que no la escucharon cuando intentó explicarles que no estaba bien. Les palpó el hombro y besó sus mejillas agradeciendo que estuvieran allí y sus regalos totalmente acertados y completamente innecesarios. Preguntó por sus vidas, por sus familias, por sus trabajos y sus plantas. "Fascinante..." pensó con tedio "tiene un lunar nuevo en la nariz...o será una mancha?" Su aportación a la conversación era fluida pero su cabeza estaba en otra parte. A estos amigos los sucedieron otros y el ritual comenzó de nuevo. Y luego otros. Y luego familiares. Y al recibir al cuarto grupo de gente le sobrevino el agobio de nuevo. Todas aquellas personas la conocían bien. Cómo era posible que nadie fuera capaz de ver lo desgraciada que se sentía? Cómo nadie era capaz de oir aquellos gritos atroces que ella oía sin cesar en su cabeza? En momentos como aquel era como si su corazón fuese a mil por hora pero el resto de su cuerpo estuviese frenado para ir a cámara lenta...Ya estaba agotada de nuevo.
Aguantó el tipo toda la fiesta. Sonrió todas las veces, agradeció todas las cosas y cuando la última persona, su madre, se hubo ido, cerró la puerta y se dejó llevar por el poder de la gravedad hasta quedar sentada en el suelo. Al fin estaba sola. Al fin había silencio.
Respiró profundamente oyendo solo los latidos de su corazón. Finalmente se desnudó completamente y puso música. Se tiró en la cama y se metió entre las sábanas mientras la música inundaba todo su apartamento. Era música instrumental de esa que inspira a hacer cosas bonitas. A ella la calmaba. Le gustaba sentir el tacto de las sábanas frias en su cuerpo desnudo mientras la música sonaba. Era el momento de placer inocente que se permitía. Cerró los ojos y se tumbó boca arriba mientras las notas graves de la pieza musical lo llenaban todo. Toda la decoración de la fiesta habia quedado en el lugar exacto en el que los invitados lo habían dejado. Todo había quedado sin recoger y desperdigado por todas partes. La imagen de su apartamento vacio y desordenado se había estancado en su cabeza y lo podía ver todo perfectamente a pesar de tener los ojos cerrados. La música la iba guiando por el escenario aunque en realidad no se moviese...
Estiró los brazos y con un suspiro notó el frio de las partes de la cama que aun estaban sin tocar. Le gustaba ese frio, la hacia sentir viva. Sabía que era una egoista. Sabía que debía sentirse feliz con todo lo que tenía. Había cumplido paso a paso el planning vital de un adulto. Solo le faltaba ser madre y casarse pero no hacer eso era más aceptable que sentirse desgraciada teniéndolo todo. No quería ser madre. Aun no. No quería casarse tampoco. No todavía. Quería sentir. Sentir algo que no fuese...tedio y cansancio.
Recogió sus brazos y se tocó el cuello y detrás de las orejas. Bajó las manos por su pecho, notando la curvatura y el peso de sus senos. Le gustaban. Eran suaves y agradables. Le gustaba notar su peso aunque tenerlos fuese algo de lo más normal para ella. Simplemente, a veces, le gustaba tocarlos y sentir que estaban ahi, notar su peso. Siguiendo su propio tacto, se hizo un mapa mental de la parte superior de su cuerpo. Recorrió con sus dedos sus pezones que lentamente se pusieron duros. Le salían unos pequeños bultitos cuando eso pasaba, pero le gustaban. Le daban sensación de vida. Cuando se cansó, sus manos siguieron su recorrido. No se dejó ninguna esquina de su cintura sin tocar mientras en su mente se formaba una imagen perfecta de la estructura de su propio cuerpo. Bajó un poco más, recorriendo las caderas por fuera, y los muslos, hasta donde le daban las manos y hasta que sus propios músculos la llevaron a cambiar de dirección. Entonces recorrió la parte interna de sus piernas. Notó esa vieja cicatriz de guerra que tenía desde los dos años. Entonces se había peleado con un enorme tronco y por desgracia el tronco ganó, dejándole a ella una enorme cicatriz que despues de casi 30 años todavía no había curado del todo. Al tocarla sonrió. Había pasado mucho tiempo pero recordaba aquel dolor que ardía. De algún modo, estaba orgullosa de aquella cicatriz.
Sus manos ahora subían por el interior de sus muslos tras recrearse en su cicatriz y al encontrarse con su sexo la sensación de humedad la sorprendió. Como podía sentirse triste y aburrida y excitada a la vez? Esos pequeños detalles de su cuerpo la desconcertaban. Pero la hacían sentir y eso significaba que no estaba vacia. Recorrió con una lentitud asombrosa cada pliegue de su propio centro. Lo tocó suavemente, con calma, como le habría gustado que sus amantes la tocasen. Demostró la paciencia de una persona enamorada aunque tenía la convicción de que nadie se había sentido por ella como se sentían en ese momento sus propias manos. Dejó la mente en blanco, quedándose solo con la imagen de su propio cuerpo ligeramente mecido por la música que aun sonaba, mientras sus manos la recorrían con un amor y una experiencia que no había encontrado en otros.
Tras un par de lentos recorridos por sí misma, encontró el punto exacto en el que pararse. Y ahí se recreó aun más. Con movimientos lentos y circulares fue provocando que su respiración se agitase, que su pecho subiese y bajase y tuviese la certeza de que su pezones se habían puesto más duros todavía. Su mano izquierda tuvo la urgencia de comprobarlo mientras la derecha seguía con su circular labor, cada vez más rápido, cada vez apretando ligeramente más. Soltó en un suspiro todo el aire que había en sus pulmones y los volvió a llenar mientras su espalda se arqueaba. La música ambiente había comenzado a marcarle el ritmo del movimiento y era perfecto pues en su mente ya no quedaba nada. Solo aquella pulsante música y una naciente corriente eléctrica que hacia que todo su cuerpo se tensara. Y que se tensara cada vez más y más hasta que pareciese que se le iba a romper la columna. Sin embargo, su manos ya no podían parar. Ya no había vuelta atrás.
No habían pasado ni 20 segundos cuando incontrolablemente empezó a gemir. Y a gritar. Y a dejar salir todo aquello que la frustraba y la entristecia y la tenía encerrada en su propio cuerpo. Gimió y gritó hasta quedarse de nuevo sin aire. Hasta notar la vida escaparse entre sus labios. Hasta que el negro vacio que inundaba su cerebro se convirtió en luz y dejó de escuchar la música para solo escucharse a sí misma. En su cuerpo mental, podía ver como su espíritu se había separado de su cuerpo por un momento, siendo finalmente libre, aunque solo fuese por unos segundos...La había alcanzado un rayo que ella misma había provocado y cuando tristemente todo acabo unos segundos después, su agotamiento y aburrimiento habían desaparecido. Cayó en la cama como si hubiese estado flotando sobre ella y se sumergió inconscientemente en el colchón. Una calma silenciosa se apoderó, de una vez por todas, de su cerebro. Había sido como un viaje por el cosmos que solo le había costado una mano mojada.
Había corrido una maratón. Había ganado una pelea. Se había enfrentado al más feo y fiero monstruo del universo y había ganado. Y finalmente, había vuelto a caer, desnuda sobre su cama, sumergida en una calma mental que ironicamente tenía su corazón desbocado.
Cuando su corazón se calmó, no abrió los ojos. No estaba preparada para enfrentarse a la realidad todavía. Prefería aquella desnudez egoista, aquella tranquilidad momentánea que lo que le esperaba al abrir los ojos. Así que no los abrió, no se sentía lista para ello. Se acurrucó sin importarle si fuera de aquella sensación el mundo se estaba acabando y cayó en los brazos de Morpheo, que la arropó con más amor aun del que ella había descubierto en sí misma.
Horas más tarde, la luz del sol la despertaría, regresándola de un tortazo a su apartamento sucio y a los vestigios de una fiesta que nunca había querido. Pero ella no lo sabía y durmió tranquila como si lo fuese a hacer para siempre.