lunes, 22 de abril de 2013

You and I: Mamá está enferma


La vida pasaba de una manera tranquila para Faith Cassidy. No había grandes aventuras. No había grandes héroes o dragones en perspectiva. Sólo que la vida siguiera como hasta el momento, aburrida, segura y tan fácil como para cualquiera.
La facultad era, como todas las partes en las que ella estaba, un sitio familiar. No salía de su rutina, como nada por aquel entonces. Aquel día, había tenido clase de Teoría del aprendizaje. A última hora. Era una asignatura aburrida como toda aquella que lleva la palabra "teoría" en su nombre, pero Faith podía ver su utilidad. Al fin y al cabo, la práctica de nada servía si no sabías que de que otras maneras podías aplicarla. Pero eso no hacía que la asignatura fuera más interesante o que la profesora supiera explicarse mejor. A veces, cuando se abstraía en clase, se preguntaba porque los profesores que formaban a los futuros maestros no eran maestros de verdad. Tenían sus carreras, pero la mayoría de ellos no actuaban como decían los manuales que obligaban a sus alumnos a estudiar. Era una ironía que nunca llegaría a comprender del todo.
Salió de la facultad a las 5 de la tarde, acompañada por sus amigas. Volvió a casa caminando, ya que la mayoría de ellas vivían cerca de donde ella lo hacía. Cada día era el mismo camino, acompañada de las mismas personas y nada nuevo le esperaba nunca al cruzar el umbral de la puerta de su casa. Salvo aquel día.
Cuando cruzó la puerta de su casa y el perro enano que tenía por mascota la vino a saludar, oyó a alguien tosiendo al final del pasillo. Ese sonido no era algo muy habitual en aquella casa, ya que su madre se esmeraba en atiborrarlos a todos a vitaminas para evitar incómodos catarros o gripes.
- ¿Hola? ¿Mamá?- dijo Faith en voz alta mirando con preocupación hacia la habitación que había al final del pasillo.
- Hola, cariño- contestó la voz de su madre, desde la cocina con voz nasal aunque, como siempre, afectuosa- No te acerques mucho a mí, que he cogido una gripe de campeonato- dijo Jane Cassidy, mientras oía los pasos de su hija que se acercaban por el pasillo. Faith se asomó por la puerta de la cocina para dedicar a su madre una sonrisa. Aún llevaba la carpeta que llevaba a la facultad en los brazos, abrazada contra su pecho.
Le sorprendía lo antigua que era su madre para algunas cosas. El tiempo había pasado, las mujeres ya no necesitaban pasar la vida en casa, manteniéndola limpia o cocinando puntualmente para su familia tres veces al día. Pero ella, a pesar de su juventud, de sus escasos cuarenta años, mantenía esas costumbres con ella mientras era su padre el que trabajaba para mantener a la familia. Faith sabía que ambos esperaban que ella actuase igual en un futuro, pero había días en los que no se veía capaz.
- Parece que lo de las vitaminas no es infalible- dijo acercándose a su madre y dejando el bolso y la carpeta sobre la mesa de la cocina. Besó a su madre en la mejilla y la abrazó. A pesar de las advertencias de Jane sobre su enfermedad, su hija consiguió sacarle una pequeña risa entre mimos.
- La cena estará a las 7- dijo su madre cuando Faith se alejó de la cocina, llevando sus cosas a su cuarto.
Faith se encerró en su cuarto las dos horas siguientes y no volvió a hablar con su madre, pero sí la oía toser de vez en cuando mientras ella navegaba por internet y comenzaba a hacer los trabajos que le habían mandado en clase y que llevaba ligeramente atrasados. A las 7 menos cuarto, llegó su padre. Salió a saludarle y, de paso, a poner la mesa para la cena. Todo ocurrió como otros días, de manera tranquila, sonriente y afectuosa. Si algo se podía decir de la familia Cassidy es que era de lo más cariñosa. Siempre.
Al terminar la comida, Chase Cassidy se retiró al salón a descansar después de todo un día trabajando. Faith se quedó con su madre, ayudándola a recoger e intentando convencerla de que se fuese a la cama. Cuando terminaron, Jane hizo caso a su hija y fue a acostarse. Faith se fue de nuevo a su cuarto, a terminar lo que había empezado un rato antes.
Faith estaba a punto de irse a la cama cuando supo, ligeramente, lo que iba a suponer para ella que su madre estuviera enferma. Su padre se había quedado dormido en el sofá y ella tenía que bajar a la farmacia 24 horas que había a 5 manzanas a por un medicamento para que su madre pudiera dormir tranquila. No protestó, sabía que no debía hacerlo. Se limitó a sonreír, como siempre hacía. Dió un beso a su madre en la frente mientras Jane ardía de fiebre, le puso la correa a su mini perro y salió a la calle sin despertar a su padre.

lunes, 1 de abril de 2013

You and I: Sam


Mucha gente diría que la vida es un asco para alguien como yo, otros se consolarían a sí mismos al verme a mí y a mis colegas pensando: The shit happens. Y la verdad es que ninguna de esas personas tiene ni puta idea de cómo es la realidad.

La ciudad en la que yo nací no sé cual es y tampoco me importa. No llegué a conocer a mi padre. Mi madre me crió sola sin apenas un céntimo en el bolsillo pero sin dejar de viajar de un lugar a otro en busca de un sitio más barato en el que vivir o una oportunidad mejor para mejorarse. Pero aunque esto suene a típica historia de mierda sobre autosuperación, lo cierto es que mi madre y yo siempre hemos tenido que huir de los sitios en los que vivíamos porque todos los capullos en los que ella se ha fijado y que se han fijado en ella, eran una pandilla de cabrones agresivos que no la merecían ni en sus mejores días. No es sólo que mi vieja tenga mala puntería o que ella tenga algo malo, es que cuando uno vive en las condiciones en las que me crecido yo, las posibilidades de encontrar algo decente en cualquier aspecto se reducen a 0.

Después de muchos viajes, llevamos 6 años en Boston. Los amigos que he hecho aquí ya los considero mis amigos de toda la vida porque son con los que más tiempo he estado. No me cuesta llevarme bien con la gente. Cuando eres pobre y un chaval, lo último que quieres es joder a alguien como tú que además, seguramente, pueda darte una paliza. Tengo un buen don de gentes, soy un tipo simpático, pero la mayoría de ellos no saben una mierda sobre mí a parte de detalles que podrían ser de cualquiera, como que me gustan las barritas Mars. La única excepción a esto es Tyler, un criajo unos años más pequeño que yo pero que casi me supera en altura. En él confío, más que en mí mismo, porque sé que soy lo único que tiene en el mundo.

Recuerdo haber ido al colegio en algún momento de mi vida y también haberme ido de allí teniendo muy claro que ese mundo no era para mí. Terminé un par de cursos en distintas ciudades por pura obligación, pero tengo 22 años y no tengo intención de graduarme. Las calles están llenas de trabajos para gente como yo sin estudios y que no quieren que los mangoneen tipos gordos con corbata. Yo nací en la calle y no me pudriré en un despacho.

Quién no haya vivido esta situación no entenderá mi manera de ver la vida. Bien, ese no es mi puto problema.