La vida pasaba de una manera tranquila para Faith Cassidy. No había
grandes aventuras. No había grandes héroes o dragones en perspectiva. Sólo que
la vida siguiera como hasta el momento, aburrida, segura y tan fácil como para
cualquiera.
La facultad era, como todas las partes en las que ella estaba, un sitio
familiar. No salía de su rutina, como nada por aquel entonces. Aquel día, había
tenido clase de Teoría del aprendizaje. A última hora. Era una asignatura
aburrida como toda aquella que lleva la palabra "teoría" en su
nombre, pero Faith podía ver su utilidad. Al fin y al cabo, la práctica de nada
servía si no sabías que de que otras maneras podías aplicarla. Pero eso no
hacía que la asignatura fuera más interesante o que la profesora supiera
explicarse mejor. A veces, cuando se abstraía en clase, se preguntaba porque
los profesores que formaban a los futuros maestros no eran maestros de verdad.
Tenían sus carreras, pero la mayoría de ellos no actuaban como decían los
manuales que obligaban a sus alumnos a estudiar. Era una ironía que nunca
llegaría a comprender del todo.
Salió de la facultad a las 5 de la tarde, acompañada por sus amigas.
Volvió a casa caminando, ya que la mayoría de ellas vivían cerca de donde ella
lo hacía. Cada día era el mismo camino, acompañada de las mismas personas y
nada nuevo le esperaba nunca al cruzar el umbral de la puerta de su casa. Salvo
aquel día.
Cuando cruzó la puerta de su casa y el perro enano que tenía por mascota
la vino a saludar, oyó a alguien tosiendo al final del pasillo. Ese sonido no
era algo muy habitual en aquella casa, ya que su madre se esmeraba en
atiborrarlos a todos a vitaminas para evitar incómodos catarros o gripes.
- ¿Hola? ¿Mamá?- dijo Faith en voz alta mirando con preocupación hacia
la habitación que había al final del pasillo.
- Hola, cariño- contestó la voz de su madre, desde la cocina con voz
nasal aunque, como siempre, afectuosa- No te acerques mucho a mí, que he cogido
una gripe de campeonato- dijo Jane Cassidy, mientras oía los pasos de su hija
que se acercaban por el pasillo. Faith se asomó por la puerta de la cocina para
dedicar a su madre una sonrisa. Aún llevaba la carpeta que llevaba a la
facultad en los brazos, abrazada contra su pecho.
Le sorprendía lo antigua que era su madre para algunas cosas. El tiempo
había pasado, las mujeres ya no necesitaban pasar la vida en casa,
manteniéndola limpia o cocinando puntualmente para su familia tres veces al
día. Pero ella, a pesar de su juventud, de sus escasos cuarenta años, mantenía
esas costumbres con ella mientras era su padre el que trabajaba para mantener a
la familia. Faith sabía que ambos esperaban que ella actuase igual en un futuro,
pero había días en los que no se veía capaz.
- Parece que lo de las vitaminas no es infalible- dijo acercándose a su
madre y dejando el bolso y la carpeta sobre la mesa de la cocina. Besó a su
madre en la mejilla y la abrazó. A pesar de las advertencias de Jane sobre su
enfermedad, su hija consiguió sacarle una pequeña risa entre mimos.
- La cena estará a las 7- dijo su madre cuando Faith se alejó de la
cocina, llevando sus cosas a su cuarto.
Faith se encerró en su cuarto las dos horas siguientes y no volvió a
hablar con su madre, pero sí la oía toser de vez en cuando mientras ella
navegaba por internet y comenzaba a hacer los trabajos que le habían mandado en
clase y que llevaba ligeramente atrasados. A las 7 menos cuarto, llegó su
padre. Salió a saludarle y, de paso, a poner la mesa para la cena. Todo ocurrió
como otros días, de manera tranquila, sonriente y afectuosa. Si algo se podía
decir de la familia Cassidy es que era de lo más cariñosa. Siempre.
Al terminar la comida, Chase Cassidy se retiró al salón a descansar
después de todo un día trabajando. Faith se quedó con su madre, ayudándola a
recoger e intentando convencerla de que se fuese a la cama. Cuando terminaron,
Jane hizo caso a su hija y fue a acostarse. Faith se fue de nuevo a su cuarto,
a terminar lo que había empezado un rato antes.
Faith estaba a punto de irse a la cama cuando supo, ligeramente, lo que
iba a suponer para ella que su madre estuviera enferma. Su padre se había
quedado dormido en el sofá y ella tenía que bajar a la farmacia 24 horas que
había a 5 manzanas a por un medicamento para que su madre pudiera dormir
tranquila. No protestó, sabía que no debía hacerlo. Se limitó a sonreír, como
siempre hacía. Dió un beso a su madre en la frente mientras Jane ardía de
fiebre, le puso la correa a su mini perro y salió a la calle sin despertar a su
padre.