No pude dejar de pensar en ella desde que la vi. Simplemente, íbamos caminando por la calle, nos cruzamos y mi vista se fue directamente hacia ella, como si un radar interno me estuviera indicando que ella tenía todo lo que yo necesitaba en ese momento. El día era lluvioso y, por desgracia para mí, la había visto justo antes de empezar la jornada. Había sido mi castigo de buena mañana y lo que me estaba dando más ganas de las habituales de que se acabase el día.
Llegué a la oficina con la impresión de que la gente era menos interesante y más gris de lo habitual. La imagen de la chica con la que me había cruzado minutos antes de entrar por la puerta del edificio era lo único que le estaba dando color a aquel día, pero las ganas que había despertado en mi tendrían que esperar hasta que pudiera salir de allí. Lo que temía era que cuanto más esperara más ganas iba a tener y me podía meter en líos si la cosa se descontrolaba.
Las horas no pasaban todo lo rápido que deberían para mi gusto. Estaba siendo uno de los días más largos de mi vida, ni siquiera la lluvia parecía a ir a su velocidad normal. El mundo se había ralentizado porque sabía perfectamente las ganas que tenía yo de irme de allí, aunque ya solo fuera para dejar de pensar en aquella chica.
El reloj de pared de mi cubículo dio las cinco y quise salir disparada de allí. La gente intentaba hablarme en mi camino a la salida, pero mi necesidad de conseguir lo que quería había llegado a un punto tan alto que ofender a la gente que veía todos los días pasó a ser algo extremadamente secundario para mí. Recorrí las calles que llevaban a mi casa mientras notaba como las manos me temblaban de pura ansia. Ni siquiera había visto la cara de aquella chica en la que no podía dejar de pensar, solo había notado ese enorme hilo negro que salía puntiagudo de su abrigo y que me había brindado uno de los días más frustrantes de mi vida.
Llegué a mi casa y lo primero que hice fue ir al tercer cajón de mi mesilla de noche. Allí estaba, esperándome. Un jersey de punto medio deshecho. Lo cogí con algo que muchos habrían clasificado como amor y me senté en la cama. Inconscientemente, mi mano tiró del hilo más grande que sobre salía y por primera vez en el día, me sentí completa mientras los puntos se deshacían uno a uno, lentamente, entre mis manos.
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