"Su brazos me rodeaban y me apretaban con fuerza hacía su cuerpo.
No taba cada uno de sus músculos rozándose contra mi piel. Sonreí sin poder
evitarlo. Al fin era mío. Todo y sólo mío."
Todo comenzó el día que empecé a trabajar para él. No había sido él
quién me había entrevistado, pero cuando llegué allí, totalmente perdida, fue
la primera persona que vi. Iba trajeado, como cada día. Era alto, moreno y
robusto. Lo primero que sentí hacia el fue miedo. Ese hombre tenía la capacidad
para mandarme a la calle de nuevo, por lo que debía esforzarme por mantenerlo
contento. Me sonrío de una manera extraña mientras me miraba de arriba abajo y
yo me sonrojaba. Qué tonta era yo entonces.
" Una de sus manos bajaba por mi espalda hasta llegar a uno de mis
muslos y sus dedos se aferraron a mi con fuerza y deseo, apretándome como si
buscará acercarme todavía más a él. Mis labios recorría su sudoroso cuello,
impregnándome de su olor, sin que mi sonrisa desapareciera. Al fin tenía lo que
tanto había esperado"
Los días en la oficina pasaron como pasan en cualquier otro empleo,
salvo porque cada día él parecía presumir ante mí de todo el poder que tenía.
Al principio pensaba que era sólo cosa mía, que él no se fijaba en mí...y me
entristecía pensando que nunca lo haría ¿Por qué habría de hacerlo? Sólo era una
secretaría más. Pero luego...empezó a coquetear conmigo. Día tras día empezó a
saludarme con una sonrisa en los labios, esa tan diferente a la que dedicaba a
las otras secretarias que le ponían ojitos como una manada de perras en celo.
Su mano y la mía se rozaban cuando le entregaba el café o el correo. Seguro que
lo hacía intencionadamente. Era tan atractivo y tenía tanto poder...
" Su otra mano se perdió entre mis piernas. Me arrancó un gemido
con el primer torpe roce. Sus manos estaban frías y sudorosas y su rostro rojo
y congestionado por el mínimo esfuerzo que había realizado hasta el momento. Su
pecho ascendía y descendía rápidamente y podía sentir su pulso en mis labios,
que todavía recorrían su cuello. Una de
mis manos se encontró con su duro miembro y comencé a masajear. Era como si la
fuente de su poder estuviera ahora, literalmente, en mis manos"
No pasó mucho tiempo hasta que empecé a esperar ansiosa sus inoportunas
llamadas en mi tiempo libre. Las esperaba como un niño espera el día de
navidad. Su llamadas eran todas las muñecas y todas las bicicletas que no había
recibido cuando era niña. Sus órdenes, simples y concisas, bastaban para
doblegarme y demostrarme que me proclamaba suya. No daba órdenes tan directas a
nadie más. Y al otro lado del teléfono siempre me lo imaginaba con esa sonrisa
que día tras día me dedicaba, sintiendo un indómito placer cada vez que yo
diligentemente obedecía. Pero mis amigos no lo entendían, decían que estaba
obsesionada...qué sabrán ellos del amor.
" Mi mano hizo que se endureciera todavía más. Pero parecía incapaz
de concentrarse en su placer y el mío al mismo tiempo. No me importaba. Parecía
un niño crecido y vulnerable bajo los atentos pulsos que mi mano le estaba
ofreciendo. Lloraba de lo que yo interpreté como placer, pero sus lágrimas no
tuvieron una larga vida sobre su piel; me apresuré a secarlas con mis labios.
Todo lo que saliera de él, hasta la más ínfima gota de sudor, debía ser
mio"
Sin embargo, un día, meses después de haberle conocido, sus llamadas ya
no eran suficientes para mí. Ni sus roces inocentes, ni esa traviesa sonrisa
que sabía que era sólo mía. Quería más de él, lo quería todo. Por eso,
investigué todo lo que pude. Investigué hasta que el mural que tenía reservado
para mis logros se convirtió en su paseo de la fama. Lo averigüé todo de él. Lo
seguí hasta descubrir nimiedades que llenaban mi mundo, como la talla de sus
zapatos. Descubrí que estaba casado pero que su mujer no era lo suficientemente
buena para él. Fingía quererlo pero sólo buscaba alejarlo del trabajo que él
tanto amaba y de mí. "Te echo de menos" "Vayámonos de
vacaciones" "Necesitas relajarte y alejarte de todo eso" Le
decía la muy zorra sin tener ni idea de que yo estaba escuchando, pero yo sabía
que sólo le decía esas cosas para alejarlo de mí y de mi puro y verdadero amor.
"Mientras lo tocaba, el paseaba su mano por mi espalda, de nuevo
agarrándose a mi piel. Noté por primera vez su alianza contra mí. Era una dulce
sensación saber que aunque aún la llevaba puesta, ya era todo mío. No podía ser
de otra manera"
No tardé en tomar la determinación de que si no era mío pronto me
volvería loca. Decidí pasar a la acción lo antes posible. Una noche, cuando él
se quedó hasta tarde en la oficina, yo le acompañé y nos encerré a ambos en su
despacho. Trabajamos durante horas, hasta que todo lo que le preocupaba estuvo
solucionado y entonces...le abrí mi corazón. Tímidamente pero convencida, le
conté que había visto todas esas señales que él me mandaba desde que había
llegado, le conté cómo fantaseaba con él, cómo cada noche, a solas en mi cama,
lo deseaba cada día un poco más. Él, tan amable, tan caballeroso, me cogió una
mano con dulzura y dándole un par de vueltas y poniéndome un par de excusas de
más, acabó reconociendo que lo nuestro no podía ser...porque su mujer era un
obstáculo.
"Me monté sobre él al notar que pronto llegaría al orgasmo. Quería
dentro de mí toda su semilla. Sentí un placer diferente a todos los que había
sentido en mi vida cuando finalmente él se dejó llevar en mi interior. No era
un placer normal, era el que se obtiene cuando sabes que todo lo que
necesitabas en la vida es, por fin tuyo. En ese momento olvidé el cadáver que
tenía en la habitación de al lado y que había tenido que amenazarle un par de
veces para que cumpliera al fin mis deseos. Pero él sabía que nunca le haría
daño...así que, en verdad, que yo hubiera sacado a su mujer de en medio no
había sido la causa de tan maravillosa velada. Él me quería, toda para sí. Yo
lo sabía. "
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