Cálida y humeda luna
observas mi camino desde la distancia.
Haces oídos sordos a mis pasos,
los que nos llevarán a perder la
esperanza.
Intentamos convertirnos en viento,
correr, hasta que las piernas nos
ardieron,
pero nos atrapó el aburrimiento,
y en sus brazos nos mecimos, sin miedo.
Nos sumergió el diablo en un eterno
sueño,
lleno de hastío y dolor apagado...
Mientras tanto, ilusas, creiamos no
tener dueño.
Oh, Luna!
Qué ciegas estamos!
Qué eterna fantasía la libertad,
tan dulce, tan efímera, tan cercana...
Casi pude creerme que todo era verdad.
Hasta que empezaron a correr las
lágrimas.
Hasta que me ahogaron mis propios
gritos...
Y ahora que estamos lejos de nuestra
querida llanura,
solo sentimos el lejano cantar de los
grillos.
Todos aquellos placeres que vivimos,
en nuestras bocas se convirtieron en
polvo
y se los llevo ese viento
en el que tanto quisimos convertirnos.
Oh, Luna!
Qué ciegas estamos!
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