lunes, 26 de agosto de 2013

You and I: La vida se abre paso

Los meses pasaron. Faith no tardó en encontrar un nuevo sitio en el que vivir, pero pronto Sam y Tyler se unieron a ella y comenzaron a vivir en una especie de comuna en la que ella era la madre de todos, además de del hijo que llevaba en su vientre y que cada vez estaba más cerca de ver el mundo. De algún modo extraño, la vida había vuelto a su cauce, se habían adaptado a los cambios, los habían asumido y ya les gustaban. Así que el tiempo simplemente pasaba, como debía, hasta que algo lo detuvo de manera irremediable.

Era un día como otro cualquiera. Sam y Tyler ya no esperaban a Faith en la pista, ella ya iba directamente con ellos. Pasaban todo el día juntos y ella disfrutaba viéndolos jugar, animándolos como una auténtica animadora de esas que nunca había sido. A pesar de su estado, ya avanzado, levantaba las piernas y los vitoreaba con muchísimo entusiasmo y sin ninguna vergüenza, sólo porque ellos sonreían al verla. Sobre todo Sam, que a cada día que pasaba la miraba con si la descubriera de nuevo y se enamorara un poco más. Pero a pesar de lo que ellos creían, aquel día no fue como cualquier otro.

Mientras Tyler y Sam jugaban, escuchando los continuos ánimos de Faith, un grupo de chicos entró en la pista. Parecían un grupo cerrado, apretados como si quisieran formar una piña o se protegieran los unos a los otros. Parecían los típicos pandilleros de película mala y eso hizo reír a Sam antes de que se dirigieran directamente a él. Faith no escuchó lo que le decían a los chicos. Sabía que en situaciones como esa, en la que Sam la miraba directamente a los ojos y asentía y Tyler se quedaba del todo mudo, era mejor que ella no se acercase. Pero lo que vio después de que las personas que observaba desde una distancia prudente cruzasen un par de palabras no hizo sólo que se acercara si no que gritara de dolor como no lo había hecho nunca. Ni siquiera el día de los chicos de sonrisa siniestra. En un segundo, que había pasado como en una ensoñación extraña, Tyler yacía en el suelo, sangrando, y Sam, se encaraba con todo el grupo que habían invadido la pista. Tyler no emitía ningún sonido pero se agarraba el costado mientras la sangre brotaba a borbotones. Sam intentaba razonar, al mismo tiempo que no bajaba la guardia, pero los chicos parecían no querer hablar más. ¿Había un nuevo jefe en la ciudad? Nunca había habido ninguno pero al parecer ahora iba a haberlo.

Faith corrió hacía Tyler cuando el grupo lo dejó por perdido. Por previsión a estas cosas, la chica siempre iba algo preparada, con vendas y alcohol. Era una imagen muy extraña verla corriendo con el vientre tan hinchado, pero ella no lo pensó. Estaban atacando a su familia. Cuando llegó a Tyler, empezó a presionarle la herida con fuerza para parar la hemorragia, pero entonces pasó. Se oyó un fuerte sonido. Una especie de explosión que hizo que Faith mirara a Sam con miedo mientras se tapaba los oídos. Lo vio mirarla directamente y en sus ojos parecía esconderse todo el universo. Faith podía ver lo desconcertado que estaba, su miedo, su dolor…y su amor por ella. El motivo por el que la había buscado con la mirada mientras caía al suelo abatido, aun antes de que la sangre comenzara a salir o su cuerpo a convulsionar. Era consciente del final, pero lo temía y la sola imagen de ella lo tranquilizaba. Todo eso pudo ver ella en su mirada justo antes de que el grito más desgarrador que se había oído en Boston hiciera que todas las palomas de los alrededores que ya se habían posado después del disparo salieran de nuevo volando asustadas.

El alarido de Faith hizo que también el grupo de chicos se dispersara como habían hecho las palomas y cuando Tyler fue capaz de apretar su propia herida, la chica corrió hacia Sam, que aun respiraba pero ya no podía hablar. La miró, con los ojos más abiertos que nunca, pero con el mismo amor de siempre. Ella lo besó, entre lágrimas, mientras se apagaba, y lo abrazó, notando como el niño que se llevaba dentro se revolvía, como si supiera que acababa de pasar algo terrible. El amor de su vida tuvo su último aliento entre sus brazos, y sus lágrimas, y su llanto…El resto fue historia.


Faith consiguió llevar a Tyler y el cuerpo de Sam hasta el hospital más cercano. Ese mismo día, dio a luz a Elliot, el hijo de Sam y vio en sus ojos una pequeña porción del alma de su padre. Cuando al fin lo tuvo en brazos juró protegerlo con su vida si hacía falta. No era sólo su hijo…era lo único que le quedaba de Sam.

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